miércoles, 9 de septiembre de 2009

MADRE



He despertado de un sueño envuelta en rosas azules

he visto el paraíso en el que las notas de música

nacen en campanas cósmicas

con repiques sagrados.

Allí he caminado con los pies desnudos


con el alma abierta y los ojos buscando


palomas que picotean felices el pergamino añejo


que se extiende en las historias que nos cuentas


con tus labios de bruma lejana,

de caracoles que resbalan


en el abismo nocturno de mitos y fábulas.


Madre de vientre pródigo de valle abundante


tus manos de vid derraman vinos salvajes


en el aire que embriaga la vida.


Estás sentada en el trono que espanta


a la tristeza al dolor al encierro


tu puerta adolorida a veces


está abierta como el desierto

sangrante por la furia de zarzas estériles


otras veces tus ventanas del alma

son oasis abundantes


de sueños


que pasan en las nubes silenciosas


que ahora son vida al instante son muerte


y al otro son vientos sagrados


que silban sobrecogidos de tierna esperanza.


Madre del río que fluye por las venas de la noche sedienta


madre que amamantas la dulce canción de la cuna uterina


madre de los árboles que expanden alegres


las vertientes profundas de sus sabias vitales.

Madre del sonido

madre del silencio

sentada en la hamaca juguetona que mece

al tiempo a las horas añejas

a las horas nuevas

a los relojes que vuelan y se esconden en los nidos del tiempo.


Tú me trajiste a esta dimensión de trozos de dolor y de miedo


de alegría de risa de llanto de torpes deseos


madre...


este calvario en el que mis pasos errantes


buscan el pecho del mar que se abre


como un volcán hambriento de dulces hechizos


de bruscos latidos que remecen feroces


los fuertes estertores del cielo agitado.

Ay madre, tu me naciste, madre


como un sueño en el borde de la noche que grita

que gime que madura el ovario del mundo.


Aquí estoy mujer del cielo amándote

como ama un lobezno tranquilo

a su madre que aúlla a la luna

que se pierde callada

en la noche infinita del alma.

Abrigas mi vida con tu pecho

de horno de tierra de pueblo pequeño

hueles a pan y café calientes en mañana helada.


Busco tu pecho tibio de nido

de águila pequeña en la cumbre del cielo.

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