Como una manzana exquisita y tentadora
me dibujo en los manuescritos secretos
de mi vida.
Cada vez que aparece una lágrima que desborda la represa de mis ojos
la garabateo como una espina sin piedad refundida
en el alma.
Una puerta enorme es mi trazo más amargo
una puerta que ha cerrado el madero
de sus abrazos para siempre.
Mis dedos tembloros son la pluma
que apremia en escribir mis historias mal contadas
y cierro los labios de mi libro cómplice
que cuenta mis destierros en tierra firme
que a nadie le importa escucharlas.
Papeles sin vida que vuelan por los aires tristes
de algún recuerdo porfiado
que se empeña en guardarse en mi pecho.
Cada retazo de mi vida es una nube fantasiosa
un pañuelo que secó mil lágrimas
con alguna inicial de un nombre
que ahora ya no tengo memoria.
Unas frases etéreas que vuelan sin dirección definida
como una avioncinto de papel
que juguetea por los aires inciertos.
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