En el misterio que se adentra
en la vieja
melodia
del cansado marinero.
En la dulce cantada de la mar,
oleada del que va, del que viene por la suave caricia
en una gaviota que anhela no sabe qué .
En ti, en mí, en el hombre y su
caminata universal
aspiro penetrar.
en la bocanada de humo del fustrado
soñador de tesoros vitales.
o el ebrio olor del que dice: la vida no es nada,
Penetrar.
Como si la noche despertase de un solo golpe
contemplándose a sí misma desnuda y sola
o talvez como el sonido imperceptible
de la cuerdas que sostienen ese canto sordo:
mirar, oír.
El silencio, sin final.
el túnel del sufrimiento: interminable.
la encrucijada original que intenta revelarse
siempre derrotada.
Tus hombros, mis hombros, nuestros hombros, agotados
sostienen a duras penas la intensidad
sin brazos que reemplacen el peso de esta cruz
que no buscamos.