viernes, 27 de febrero de 2009

RIO CÓSMICO.


Arriba, en la infinitud, las primeras gotas de líquido eterno resbalan por el universo silencioso. 
Un bello poema que se derrama
lentamente. 
Su deslizar apenas se puede percibir como un melódico estremecimiento.
Es una extraña melodía de compases numéricos puros, cadenciosos, perfectos. Las gotas translúcidas y ligeras van escurriéndose por la colina abierta y difusa del cielo. Descienden en una procesión estelar apretada y continua y ya puedo ver el nacimiento del pequeño riachuelo cósmico, brillante, etéreo, que va descendiendo hacia el otro universo. Muchos riachuelos nacidos en el místico lugar de las estrellas, van aunándose al que ya va abriendo su vientre como si fuera una madre celeste incontenible y amorosa. Va regando los soles más lejanos y nutre con su útero acuático, la sed que va apareciendo en esos seres, que como delfines de sueños arcanos, van desfilando en la inmensa red de las realidades invisibles.

El río cósmico es macho y hembra. Se desborda en abundancia perpetua. Fluye, se escurre, confluye con la eternidad, se ilumina por sí solo y bulle en un volcán de quimeras. la vida que se ha regalado de por sí, le levanta y le recoge en la hendidura sideral, alli nacen los peces dorados que felices procrean las luces que se esparcen, por los arco iris dormidos.


El río enorme, ya no es una serpiente, tampoco un camino sinuoso, este río es el mismo hombre y su mirada que no ha soportado morir y ha seguido en la vida de mil seres casi inmortales. No cesa de vivir. Ha descendido hasta la tierra nueva, tierra edénica y apacible. Allí ha renacido y ha reconocido las honras, los deshonores y los pecados. Las glorias y vanidades; tanto así que hasta ahora los bosques de este mundo llaman a este río: HUMANO. Camina como si se entronizara en la cúpula más alta. Sus pasos aplastan otros pasos escondidos en la historia magnánima de sus otros hermanos. Sus venas huelen a soplos adánicos y sus ojos dirigen el curso inevitable de su destino, que se desobstruye sin fin.


Río cósmico, tu voz tintinea como hilos de plata vibrando desde las orillas del firmamento. Brotas desde el minúsculo embrión primigenio del infinito. Cantas en las tardes cuando las aves callan. Y te acurrucas bajo las cavernas donde los nenúfares nacen y mueren lentamente. Allí te sientas y contemplas la abrupta ilusión de la vida. Allí sigues recorriendo el mapa del tiempo, en silencio y para siempre, humano de agua milagrosa que recoges la luz del alma y la devoras para seguir naciendo en el perpetuo sumir de este sueño.

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