lunes, 16 de febrero de 2009

MORENA DE ROBLE.


Escribir en una cabina pública, desde 2700 metros sobre el nivel de mar suena un tanto romántico. Sin embargo mi inspiración se cae por los suelos ante la música estridente de la cabina. No llego a comprender y menos a escuchar alguna canción definida. Está la canción de la propia cabina, además de los diferentes tonos de distintas computadoras. Y como vuelvo a repetir, ya tengo 58 años, mi cerebro no llega a asimilar toda esta avalancha de do al cubo, re al cuadrado y qué sé yo que otras bullas más. Porque esto no es música, salvo otro parecer auditivo.

Pero nada quita que me de el gusto de teclear para dar rienda a mi pecho, cuando éste viene a su Cajamarca amado, con su olor a eucalipto pimpollo, que cuando desde la altura de los Andes, se deja ver a la lejanía como si fueran muchas cajitas de juguete y el espíritu se aromatiza desde muy adentro. Mi Cajamarca de vientos cósmicos, mi cuna de barro recién moldeado.

Sierra andina, qué verde, hermosa y balsámica eres!!! tengo un sueño repetitivo, y es que los eucaliptos y los pinos de mis montañas, están enamorados de mí o yo de ellos, eso no está muy claro...pero de que hay un amor verde, eso sí esta bastante definido. Y lo sé porque mi corazón empieza a dar esos saltitos tan típicos de cuando algo o alguién logra traspasar hasta llegar a la misma fuente del amor. 

Y es mi Morena de roble la causante de mi estadía en esta campiña, llena de casitas con su techos de dos aguas, cubiertas con sus tejas

como si fueran uñas marrones para lucirse brillantes y acicaladas para que el cielo las bese con sus constantes duchazos, a pesar del ruego que ellas le hacen por el frío que las envuelve.

La mujer de la que les hablo, está ahora en cama sólo por darle gusto a su edad: tiene tantos años como deben tener las campanas de la iglesia vecina que canta y canta y nunca olvida su límpido repicar .Sus ojos de mi viejita siguen mirando como lo que es ella: Una ventana siempre abierta que ilumina la habitación de la casa grande y llena de recuerdos. Llena de voces que habitan solas. Porque las bocas de las cuáles ellas salieron ya no están cerca. Todos se fueron. Todos agarramos nuestros sueños y salimos como salen las golondrinas o las aves que abren las alas tratando de abarcar, si fuese posible, el cielo entero. Muchos de nuestros sueños quedaron en el camino. Otros anhelos se quedaron dormidos para siempre. Algunos se diluyeron en su propia anatomía y la mayoría, simplemente, siguen siendo sueños. La casa amplia se desnuda y me habla quietamente. Me contempla y a veces no parece reconocerme. Silenciosamente, le gesticulo con las manos y le cuento, acariciándole sus paredes fuertes, como anclas de barcos enormes, que allí en sus patios hace ya tiempo, corrí feliz. Parece no creerme y es que ella también ha envejecido. Ha envejecido junto a la morena Clelia, a la del roble siempre en pie a pesar de los vendavales. Juntas se hablan y se cuentan todos sus secretos. Yo las veo a reojo cuando ellas se cuchichean. El corredor le ayuda a mi madre a caminar sus años y sus recuerdos. La huerta llena de paltos y duraznos, la esperan todas las mañanas para que las mire y con su mirada, ellas ya cumplen su diaria fantasía. Por eso digo que mi madre es la morena de roble y que es como una casa con la ventana siempre abierta. Ella espera plácida, con su sonrisa de río que ve llegar a la lluvia benévola, a ver quién viene en la lejanía. Alguna sombra, alguna voz, algún hijo, alguna hija.

Hoy, madre, yo estoy contigo. Pronto empezarás nuevamente a echar agua en los labios de tus flores, caminarás entre los durazneros y por tus árboles que tocas, como si tocaras alguna varita mágica, porque después siempre sonríes como una hada. Ciertamente tus ojos entornados y tus pensamientos tibios, deben estar oliendo a ese café caracolillo, colombiano, que cuando llegábamos de la escuela veíamos cómo paseabas aquella cuchara de palo, oscura de tanto dar vueltas al café, que terminó tornándose retinta como él; y éste, dorándose en el tiesto, bailoteando, crujiendo, oliendo y esparciéndose por los aires, siendo la envidia del vecindario y dejo a su imaginación esa delicia, caliente y humeante, que todavía se desliza por algún río del cielo. Allí, mientras dormitas en la cama y tomas nuevamente fuerzas, porque una gripe no es para hacer caer tu linaje, porque eres de roble, de coraje cholo, de mirada airada y caminar seguro, te contemplo como se observa a una gota de vida. Eres mi orgullo, mi luna llena en noche oscura pero tan oscura que sólo tú puedes verte resplandeciente. Ay madre, porque será que te amo tanto, por que será que tu nariz y tus brazos son mi respirar y mis abrazos.

Déjame escucharte viejita, cuando conversas con tu casa añeja que es tu mejor amiga, tu hermana, tu otra madre.

La música estridente, la bulla, los ritmos acelerados y disonantes, al final de cuentas, sólo han logrado avivar mis sentimientos. Una vez más comprendo que nada está escrito totalmente en esta vida. Paradójicamente la próxima vez, regresaré a la misma cabina porque el ruido ha remecido hasta la más honda de mis entrañas.


2 comentarios:

  1. Soquilito, te felicito por tu blog. Tu siempre querendona con tu Cajamarca. Te seguiré leyendo. Viole L.

    ResponderEliminar
  2. bueno me alegra q tengas tanto amor en tu corazon y auqnue me apena que no estés junto a mi , me alegro q acompañes a tu mamita trata de darle cariño y ternura.

    ResponderEliminar