sábado, 4 de julio de 2009

Luciérnaga marítima.







Recogí a todos mis sueños locos, hice un nido blando y abrigado, allí los recosté y partimos en mi barca, mar adentro.La noche nos miraba melancólica e insunuante. Era fría la noche y la niebla nos abrazaba como quien abraza tiernamente a su amada que se despide para siempre. Fuímos penetrando lentamente en el oscuro mar; conversábamos con las olas que nos empujaban ansiosas hacia el mismo corazón tormentoso del océano. Con los ojos semicerrados en el profundo silencio de la noche, contemplé los últimos aletazos iluminados del faro que en la playa nos despedía incesantemente.Navegábamos tranquilos, sonrientes, sonnolientos; tarareando antiguas barcarolas que las aguas habían ya olvidado. Y sin darnos cuenta cada vez nos introducíamos hasta las entrañas misteriosas de las aguas.

Debió pasar días o quizás años desde el instante que partimos; fueron años, ahora recuerdo.Mis ojos han perdido la visión y mis oídos apenas escuchan mis propias canciones que repetía una y otra vez cuando partí. Y así, poco a poco mi corazón empezó a fatigarse y los hilos de los insectos que merodeaban mi adentro, empezaron a devorar todos los rincones que aún respiraban aires frescos, inundándoles sin piedad.Pensé que moriría allí, envuelta junto a mis sueños; ellos, quimeras locas,que al comienzo de nuestro viaje,salían siempre de su nido y me acariciaban con inmensa ternura y juntos nos desvanecíamos por un universo que creábamos cuando se nos placía.Ahora si apenas, pesados e indiferentes duermen y duermen. Estábamos allí y en las tinieblas aguardábamos algo que nos animáse pero no sabíamos qué era ni si realmente existía.

¿Cuándo fue qué de pronto algo fue tomando forma en mi pecho...? No lo sé. Era como una paloma.Aleteaba lentamente cuando nació, más fue irguíendose y fortaleciéndose suntuosamente conforme yo respiraba con un vigor entrañable y desconocido. Era un despliegue de luz blanca y reluciente que movía el espeso mundo en el cual yo desesperadamente navegaba. Poco a poco íba renaciendo el ave, o el relámpago o quizás ese ser misterioso que de cuando en cuando me llamaba, cuando yo dormía aún en los bosques de la vida.Sí,ahora puedo reconocerlo. Era ese ser sin nombre. Esa vibración perfecta que me sacudía desde los aires más intensos y profundos que atormentaban a mi alma. Allí está él, fuerte y brioso, como un caballo del cielo que derrama sus brillantes crines que ondulan y envuelven a la luna. Es él.Lo conocí hace mil años cuando despertaba y recogía flores celestes en mi cesta, que dejé en la arbolada. Fue allí cuando de mi espíritu,como una niña casta y divina,le brotaron luciérnagas translúcidas, inmateriales, infintamente relucientes que parían a miles y miles de pequeñas crisálidas de luz que iluminaron los bosques, los montes, los valles, la tierra entera. Mi tierra, mi tierra que llevo dentro. Mi tierra que carga todos los sufrimientos que se hayan inventado.Allí purifiqué todo lo que había que sacrificar. Allí esculpí mi cruz de piedra. Allí me inmolé, me limpié y desperté en el más hermoso despertar que jamás haya tenido. Y ahora, nuevamente revolotean como un milagro inesperado, las luciérnagas de luz que han regresado y me levantan y me suspenden en una claridad que hace brotar canciones cósmicas de mis ansiosos labios. ¡Qué dulzura en el vuelo suave de mis luciérnagas marítimas!¡Qué rumor mueve ahora a las olas que su canción es un pentagrama que vibra candenciosamente y por sí solo!. Floto pletórica de paz y me disperso por encima de las manos del mar que me mecen con delicia. Abrigo al nido que llevo siempre en mis manos y junto a la calidez de mi mirada con amor infinito dan aliento a mis sueños que, casi ya sin resuello, agonizaban junto a mí, fieles siempre a mi torpe deseo de seguir junto a ellos. Se sacuden felices y retornan a la suavidad de su nido tibio y amado.Todo se ilumina nuevamente. El mar es un espejo claro por el que atravesamos sin obstáculo alguno.¡ Qué belleza indescriptible!, qué sabor tan agradable la de este mar que nos acompasa en el retorno hacia la paz!.

Todo se abre paso en nuestra travesía: las canciones ávidas de ser bailadas; las danzas ávidas del vibrar consonante de mi cuerpo; mi cuerpo ávido de fusionarse en la inmortalidad de luz y tiempo. Y presiento aún a algo más allá, porque diviso un apacible resplandor, y mi corazón se sobrecoge, trémulo, porque no puede nombrarlo.

1 comentario:

  1. maravillosa ambrosia q se danza en mi. potente faro de alegria brillante al unisono. mente de paz y comprencion a todo.feliz paz soy. EL, soy yo. YO soy EL.
    juliofelipa@hotmail.com

    ResponderEliminar